Dulce amor, una propuesta distinta

No atribuyo el éxito de Dulce amor a ningún fenómeno. Los fenómenos son eso: fenómenos. Esto es una novela que funciona bien, no porque la haya pensado yo, sino porque la pensé junto a todo un equipo de autores, actores y productores y, de todas esas perspectivas, surgió la idea.

También hablé mucho con mi familia y con mi gente cercana e hice una especie de estudio de marketing. Les pregunté qué opinaban de la televisión y las repuestas eran siempre las mismas: "Es todo lo mismo", "estoy cansado de ver mujeres desnudas,tipos con doble intención", "todo es sexo". Y pensé que había que hacer algo que no tuviera que ver con nada de todo eso (y cuando digo "pensé" hablo en realidad en plural, porque fue el resultado de sumar todas esas visiones). Así es como funciona. Lejos de ser un fenómeno, es una metodología bastante práctica. A mi entender, lo primero que tiene que tener una novela es mucho amor. En ese sentido, funciona como la vida misma: si no hay amor, no hay nada. Tiene que tener mucha credibilidad, verdad y tiene que tener un grupo humano sólido y bueno.

Elegí a Carina Zampini para Dulce amor porque siempre que la veo actuar tiene verdad. Cuando hacía de mala era una villana a la que le creía todo. Como la conozco, sentí que podía ser una mujer querible, buena como es Victoria Bandi. Además, tiene mucho barrio y conserva muchos de los valores que yo también mamé de chico y que están plasmados en esta novela.

Por Enrique Estevanez | Para LA NACION

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